La producción de José Borobio en el campo de la expresión gráfica es prácticamente infinita. Darder ha dicho con acierto que “dentro de la carcasa de un arquitecto, en él convivió un artista gráfico, un espléndido dibujante que condensó su ávida capacidad observadora para reinterpretar el mundo que le rodeaba a través de una fértil inventiva”. Con el legado que dejó en su obra gráfica, está claro que fue más que un arquitecto.
Se le conocía entre sus compañeros como “el dibujante de perspectivas imposibles” por su preferencia por la utilización de perspectivas diagonales, puntos de vista laterales que dotan de una mayor profundidad a la composición, planos inclinados, o lo variado e inusual de sus enfoques, consiguiendo así unas composiciones audaces, llenas de fuerza y vitalidad.
Fue un artista que tuvo una visión integradora de las artes. Cultivó muchas otras facetas paralelas tanto como fotógrafo, muralista, diseñador de mobiliario, de azulejos o humor gráfico… Destacan sobre todas ellas la de dibujante, aunque paradójicamente sea ésta la más desconocida. Es su obra más personal e íntima, reveladora de las claves de su personalidad, de su capacidad para captar el mundo cultural en el que se desenvolvió.
Fue un narrador excepcional de acontecimientos históricos o privados, debido a su capacidad para reflejar con gracia y fidelidad la esencia del mundo que le rodeaba.
Dibujante desde su infancia
El desarrollo de su producción gráfica corre paralelo al de su trayectoria vital desde sus tres años de vida hasta su fallecimiento en 1984. Así, los dibujos realizados durante su infancia plasman aquellos aspectos de su ciudad natal que más llamaron su atención, como los medios de locomoción y retratos de mujeres. En todos ellos pone de manifiesto su capacidad por aprehender todo lo nuevo que ocurre a su alrededor y que le acompañará toda su vida.
Esta curiosidad encuentra un importante campo de cultivo en el cosmopolita Madrid de los años 20, donde participa de los aires de modernidad que recorrían la Europa de la postguerra. No solo estudió Arquitectura, sino que colaboró con arquitectos de la generación de 1925. Participó en los salones de Humoristas madrileños y entró a formar parte de la Unión de Dibujantes Españoles. Todo ello hace que su obra gráfica supere los parámetros locales.
Estilo personal en la década de los 30
En la década de los treinta, Borobio define su estilo personal con la geometrización, rotundidad y síntesis de los elementos compositivos. La producción gráfica de estos años evoca, entre otros temas de actualidad, el mundo femenino, la música, el baile y las estrellas cinematográficas.
Durante la contienda bélica se convierte en cronista gráfico con cuatro álbumes que dejan testimonio del período transcurrido como Teniente.
Paralelamente, coincidiendo con su actividad como arquitecto en el Departamento de Plástica del Servicio Nacional de Propaganda del Ministerio del Interior (1938-1940) crea diferentes escenificaciones conmemorativas políticas como la Tribuna del Día/Desfile de la Victoria, celebrado en mayo de 1939.
La familia: centro de su obra en los años 40´y 50´
Tras la contienda regresó definitivamente a su ciudad natal. Su familia y el devenir de su ciudad fueron los principales objetos de sus dibujos en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Así vemos cómo en su obra están reflejados los acontecimientos de la Zaragoza del siglo XX.
En estos años, prima la temática navideña y, en especial, los christmas para obsequiar a familiares y amigos. También proyecta belenes en forma tridimensional y retoma temas tratados en su época de estudiante (moda, automóviles, mundo femenino).
Así mismo, confecciona álbumes de viajes con las impresiones obtenidas en la visita a diferentes lugares en sus vacaciones.
Impera la geometrización a partir de la década de los 60´
Sus figuras se reducen a volúmenes geométricos definidos con un trazo grueso proporcionados por la utilización de nuevos instrumentos de dibujo como el rotulador. En los años sesenta, irá adquiriendo un trazado más cortante y anguloso.
Por su parte, en las décadas de los setenta y ochenta su obra gráfica evoluciona hacia un lenguaje más sintético fundamentado en la silueta del contorno de las figuras y de los elementos compositivos, con empleo de los rotuladores de colores.
Su familia sigue siendo una de sus temáticas predilectas, si bien no pasan desapercibidos a su lápiz otros aspectos de la actualidad correspondientes, en la mayoría de las ocasiones, a su ciudad natal, así como otros motivos tratados ya desde su época de estudiante.
Personalidad incansable y dotes de observador
La producción gráfica de José Borobio nos muestra una personalidad incansable y con grandes dotes de observación, singularidad que le llevó a aprovechar cualquier momento para dibujar y fijar sus impresiones, sin tener en cuenta el tipo de soporte (servilletas de bar, tarjetas de invitación).
A lo largo de las ocho décadas, participó siempre, en la medida de sus posibilidades, de la modernidad, tanto desde el punto de vista temático como de la técnica empleada, y se vinculó con las tendencias artísticas del momento. Mantuvo siempre la juventud de sus dibujos pues conservó a lo largo de su vida el optimismo que éstos reflejan.