La relación de José Borobio con la actividad rural, como tantas otras facetas de su vida, no comienza con su trabajo como arquitecto en 1944, fecha en la que obtuvo el título del instituto Nacional de Colonización (INC), adscrito a la Delegación del Ebro. Se inició en su época de estudiante.
Su profesor Teodoro Anasagasti acostumbraba a llevar a sus alumnos a diferentes poblados rurales para que conocieran in situ la arquitectura popular. De sus excursiones se conservan más de cien dibujos, alguno de los cuales se publicaron en la revista Anta que dirigía Anasagasti.
Durante los años 1929 a 1935 colaboró en la revista Agricultura (Artigrama 17) que se creó con la intención de convertirse en un órgano de información y difusión de lo concerniente al campo, sus problemas y posibles actuaciones.
José Borobio colaboró como dibujante a lo largo de todo el periodo. Realizó un esquema para la portada en la que, en línea con su producción estilística de esa época, descompone la imagen en diagonales.
Le otorga preeminencia en el centro al arado de vertedera como nueva aportación al campo. Además de esta portada, realizó nueve dibujos de cabecera con letras y movimiento al estilo Bauhaus. Por todo ello, cuando comenzó su andadura en el Instituto Nacional de Colonización su experiencia en este terreno fue palmaria.
La creación de más de 300 poblados en toda España
La finalidad del INC era convertir el secano en regadío, mediante la creación de una red de canales y acequias para llevar el agua a zonas semidesérticas. A la par también proyectó la construcción de pequeñas unidades de viviendas compactas (poblados) y no dispersas. Esta última acción permitió consolidar una concienciación colectiva y confortable en los colonos desarraigados, así como una identidad propia, con independencia de la estructura territorial donde se ubicaban.
Se crearon más de 300 pequeños poblados en toda España, cada uno de poco más de 100 casas con equipamientos agrícolas, escuelas, iglesias, entre otros servicios. Estos asentamientos se ubicaron en una posición central del terreno a trabajar de forma que la parcela más alejada no pasase de 3 km (es el llamado “módulo carro”).
Entre 1943 y 1961, en la citada Delegación del Ebro, con el arquitecto José Borobio a su frente, se llevaron a cabo 38 poblados, con un total de más de 4.000 casas en las zonas de la Violada, Valmuel, Monegros en sus diversos tramos, delta del Ebro, Aragón y Cataluña, Bardenas y Flumen.
De esos 38 poblados, 17 se deben de planta a José Borobio. Participó en numerosas ampliaciones de poblados anteriores en diferentes provincias españolas hasta completar 28 (dato aportado por él mismo). Según Oyón Bañales, suponen la sexta parte de todas las viviendas construidas por el INC en España.
En los primeros tiempos, se tomó como referencia los trabajos realizados en otros países como Agro pontino en Italia, Congo belga, Roadburn en EEUU, en España Fernández del Amo entre otros.
El INC preconizaba la estructura de los pueblos como un diseño ortogonal con la plaza mayor en la intersección de las dos calles principales del poblado (cardus y decumanus). Así, la plaza venía a ser el centro de la vida del complejo, donde se encontraba la iglesia, el ayuntamiento y demás equipamientos.
Un camino propio de modernización
José Borobio proyectó y dirigió las obras de 17 poblados y, en colaboración con otros arquitectos, intervino en otros 21.
Conocedor, desde sus tiempos de estudiante, de la arquitectura popular española (arquitectura sin arquitectos) no se pliega al oficialismo ni repite patrones predeterminados. Recorre un camino propio, una búsqueda personal y sostenida a lo largo de su obra hacia la modernidad, a partir de la sencillez y la limitación de recursos, muy diferenciada en relación a las propuestas de sus coetáneos.
Plegándose al soporte físico preexistente, como son los caminos o la topografía en general, busca espacios que generen sorpresa y variación. Se convierte en un proyectista que construye sus poblados, ricos en matices, donde la monotonía está prohibida y la excepción es siempre la regla. Pero, a la vez es conciliador y respetuoso con la mejor tradición urbanística rural del país. Un delicado equilibrio que siempre fue capaz de mantener en un intento de mejora continua.