José Borobio no nació con un pan debajo del brazo, sino con un lapicero que se convirtió en su compañero inseparable en todas las circunstancias de su vida. Con poco más de 4 años y aprovechando los cuadernos de recetas médicas de su padre D. Patricio, pintaba estaciones, puentes, trenes y aviones con una perspectiva impropia de su edad.
La mayoría de los dibujos de su infancia reflejan los avances tecnológicos de la época en el campo de la automoción: trenes, coches, aviones. Curiosamente ésta va a ser una constante a lo largo de su obra. (4.2)
José Borobio era el más pequeño de sus hermanos, admiraba mucho a su padre y también a su hermano mayor Regino, que tenía 19 años más que él. Se dispuso a seguir los pasos de éste con el mayor de los entusiasmos.
En esta época temprana, como sucederá a lo largo de su vida, ya se interesaba por los acontecimientos de su entorno o por los edificios de su ciudad, dejando constancia de ello en sus dibujos.
Vemos pues cómo, desde muy joven, sus prioridades se mantienen en él: reflejar el entorno en que vive y sus actividades, los medios de locomoción y sus vertiginosos avances, así como las mujeres y la evolución de la moda. (4.6)
Por todo ello, sus dibujos serán fiel reflejo del desarrollo del mundo en que vivió.