Después de la I Guerra Mundial apareció en Europa un tipo de humor vanguardista que dio en llamarse surrealista, practicado por los seguidores de la Bauhaus y al que se sumó José Borobio en su faceta de humorista gráfico.
Como una persona optimista que era, de talante desenfadado y con gran sentido del humor, plasmó de forma gráfica numerosos chistes en revistas especializadas (Gutiérrez, Buen Humor), así como participando en Salones de Humoristas tanto en Madrid como en Zaragoza.
Su participación en Buen Humor se prolongó a lo largo de un periodo, entre 1926 hasta 1931, mientras que en Gutiérrez se dilató entre 1927 y 1932. En el primero, publicó 57 chistes y en el segundo 107. Junto a los chistes se conservan unas libretas que reseñan la historia de cada uno: aceptado, rechazado, cobrado… Son chistes intelectuales, ingenuos, cuya constante es el absurdo verbal, la incongruencia que provoca una sonrisa. Los temas tratados son en general reflejo del mundo moderno y de la vida urbana.
Como en muchas de sus obras, dominan los volúmenes geométricos y la asimetría compositiva junto con perspectivas inusuales. Otro rasgo es la ambientación en interiores modernos y sofisticados, que son los verdaderos protagonistas, y no los personajes, generalmente dos, y en actitud comunicativa.
En cuanto a la técnica, son dibujos realizados con tinta sobre papel, menos los correspondientes a portadas que se iluminan al guaché.
En aquella época, estuvieron de moda los Salones de Humoristas que daban a conocer al gran público la nueva faceta del humor. Así, en Zaragoza se celebraron tres: el primero en 1926, el segundo en 1930 y el tercero en 1931. A este último concurrió José Borobio con 9 obras, además de realizar el cartel anunciador.
En 1928 el diario ABC realizó un concurso humorístico denominado “Del ingenio español”, en el que también participó, obteniendo el segundo premio cuyo emolumento ascendió a 250 pesetas.
El título del chiste premiado se denominaba ”El bebedor profesional está paralítico”. Ambientado en un interior popular con vigas de madera en el techo y estrecha ventana, dos personas dialogan en actitud comunicativa. Esta sencillez compositiva está captada en diagonal desde un punto bajo como un contrapicado cinematográfico.